domingo, 31 de marzo de 2013

Mi cuarto de muñecas

Hoy me apetece compartir cómo es el lugar que dedico a mis muñecas.
Durante todos estos años la colección ha ido creciendo junto con la necesidad de ampliar su emplazamiento.
Lejos queda cuando bastaba con un espacio encima de una cómada y una estantería.
Eso era en el primer piso donde viví después de independizarme.
A los pocos años, nos llegó el momento de hipotecarnos y tras la mudanza, las muñecas se adueñaron de la mitad de una habitación, que compartían con otras aficiones. Más adelante se quedaron el cuarto en exclusiva.
Después de la llegada de los niños las muñecas tuvieron que volver a mudarse a la que es su morada actual.


Mis muñecas ocupan una estancia acondicionada para ellas, donde casi todas están colocadas en vitrinas trocadas pensando en su exposición. Ahí se alternan las más antiguas con las más modernas, en armonía.
Otras muñecas se guardan en sus cajas originales o en baúles.
Disfruto mucho los ratitos que paso en ese lugar, que me llevó tiempo arreglar.
Elegí el papel pintado, el tono de parquet, el revestimiento de la escalera y me entretuve con esa reforma varios meses.



Me gusta mirar las muñecas desde el cómodo sofá, haciendo ejercicios de memoria en los que repaso la historia de cada una de ellas. O las cojo, las peino y cambio de ropa.



En otra salita tengo mis libros de consulta, que ojeo sentada en las sillas rescatadas de un mercadillo. También hay un par de mesas de trabajo y útiles de restauración para esos ratitos que puedo dedicar a arreglar muñecas que no han envejecido dignamente.

En todo el tiempo de coincidir en ferias y en foros, he conocido a muchos coleccionistas y varios de ellos se han convertido en buenos amigos. Visitar compañeros y sus colecciones es una bonita práctica, y de lo más entretenido.