Tras un período de hastío, por razones diversas y obvias como son una nueva maternidad y la complicada situación del país, mi colección se encontraba en estado de letargo.
De un tiempo a esta parte, de hecho, mis citas con los mercadillos de juguetes son no solo como compradora potencial sino como feriante.
A pesar de esta coyuntura, en una feria de juguete antiguo de principios de año, la ví y me enamoró.
Fue esta espléndida Ichimatsu la que consiguió despertar esa emoción. Esa sensación perturbadora que ocurre al admirar piezas excepcionales y maravillosas. En meses, ninguna otra muñeca había provocado ese sentimiento, que tenía casi olvidado.
A lo largo de la jornada le hice varias visitas y fotos. Se creó cierta complicidad con la vendedora compañera pero, a pesar de las facilidades que me ofrecía, la cordura me animaba a no asumir el gasto.
Por eso decidí que no debía caer en la tentación y me propuse intentar sacármela de la cabeza.
Pasó un mes y en un mercadillo de otra ciudad volvimos a coincidir. Ahí estaba de nuevo con su extraordinaria palidez y su magnífico kimono. Con su caja original y con las manos todavía protegidas por papel. Perfecta, preciosa.
Durante la mañana la vendedora propuso buscar una fórmula de intercambio pues había alguna de mis muñecas que le interesaban, pero no acabamos de concretar nada en firme.
Por la tarde ya no ví la muñeca en su stand y preferí no saber si había sido vendida o si simplemente la habían guardado para preservarla de la intemperie.
Imaginad mi asombro cuando, dos semanas después de la última feria, mi marido me entrega un paquete como regalo de aniversario y al abrirlo me encuentro con ELLA.
De alguna manera se las apañó para cerrar la compra ese día, llevar la muñeca en el camino de vuelta sin que yo la viera y tenerla escondida en casa durante quince días.
No sé como lo hizo para que no me diera cuenta, es muy bueno en este tipo de sorpresas y además sabe mantener el secreto. Ya lo ha demostrado en muchas ocasiones.
Yo en cambio tengo que esforzarme bastante para no revelar mis regalos, porque me pueden las ganas de acabar con la intriga.
La cuestión es que disfruto de mi nueva muñeca, una Ichimatsu impecable en todos sus detalles. La bella y exótica carita oriental es la causante de que haya renacido en mí la ilusión por el coleccionismo.
De un tiempo a esta parte, de hecho, mis citas con los mercadillos de juguetes son no solo como compradora potencial sino como feriante.
A pesar de esta coyuntura, en una feria de juguete antiguo de principios de año, la ví y me enamoró.
Fue esta espléndida Ichimatsu la que consiguió despertar esa emoción. Esa sensación perturbadora que ocurre al admirar piezas excepcionales y maravillosas. En meses, ninguna otra muñeca había provocado ese sentimiento, que tenía casi olvidado.
A lo largo de la jornada le hice varias visitas y fotos. Se creó cierta complicidad con la vendedora compañera pero, a pesar de las facilidades que me ofrecía, la cordura me animaba a no asumir el gasto.
Por eso decidí que no debía caer en la tentación y me propuse intentar sacármela de la cabeza.
Pasó un mes y en un mercadillo de otra ciudad volvimos a coincidir. Ahí estaba de nuevo con su extraordinaria palidez y su magnífico kimono. Con su caja original y con las manos todavía protegidas por papel. Perfecta, preciosa.
Durante la mañana la vendedora propuso buscar una fórmula de intercambio pues había alguna de mis muñecas que le interesaban, pero no acabamos de concretar nada en firme.
Por la tarde ya no ví la muñeca en su stand y preferí no saber si había sido vendida o si simplemente la habían guardado para preservarla de la intemperie.
Imaginad mi asombro cuando, dos semanas después de la última feria, mi marido me entrega un paquete como regalo de aniversario y al abrirlo me encuentro con ELLA.
De alguna manera se las apañó para cerrar la compra ese día, llevar la muñeca en el camino de vuelta sin que yo la viera y tenerla escondida en casa durante quince días.
No sé como lo hizo para que no me diera cuenta, es muy bueno en este tipo de sorpresas y además sabe mantener el secreto. Ya lo ha demostrado en muchas ocasiones.
Yo en cambio tengo que esforzarme bastante para no revelar mis regalos, porque me pueden las ganas de acabar con la intriga.
La cuestión es que disfruto de mi nueva muñeca, una Ichimatsu impecable en todos sus detalles. La bella y exótica carita oriental es la causante de que haya renacido en mí la ilusión por el coleccionismo.
Qué bonita esta historia Ali!Tengo ganas de hablar contigo que hace mucho tiempo. Un besito a los tres!!
ResponderEliminarGracias!
ResponderEliminarMuchos besitos.
Hola, tengo que decirte que me ha emocionado el relato del regalo y que sigas adelante con tu preciosa colección.
ResponderEliminarSaludos:
Carmen
Muchas gracias por tu comentario, Carmen. Saludos.
ResponderEliminarMe alegro mucho de que esta muñeca te haya devuelto la ilusión por continuar tu colección!! besitos guapa
ResponderEliminarGracias, MArse. Besitos
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